Málaga, 11 de abril de 1.974, es
Jueves Santo, son las siete y media de la tarde y el cielo empieza a
oscurecerse. Como cada día, Antonia, viste a sus tres chiquillos para bajar a
ver las procesiones, pero algo me dice que hoy va a ser distinto…
Hoy sale el Chiquito y Su madre
del Gran Poder, desde la iglesia del Carmen, tendrán que andar poco, pues desde
la buhardilla de la calle Pavía hasta Plaza de Toros Vieja hay solo unos
metros.
Antoñita, la pequeña de los tres
(por poco tiempo, pues Antonia está encinta) camina por calle Montalbán de la
mano de su padre, Andrés. La pequeña está que no cabe de orgullo, y sin que el
se entere (ella así lo cree) lo mira de reojo y piensa “mi papi es el más guapo”.
Mientras, unos metros mas adelantados, van Juan y Andrés (hijo), solo unos años
mayores y son, como se suele decir, “unos trastos”.
Por el camino Antonia se cruza
con vecinos, hoy todo el barrio está en la calle, se paran y charlan.
Una vez llegados a la puerta de
la iglesia, Antoñita y el pequeño Andrés insisten en subirse a la reja del Carmen,
desde allí podrán ver mejor la salida de los tronos…
Volvemos a Málaga, 5 de abril de
2.012, han pasado 38 años pero vuelve a ser Jueves Santo, y como no, las siete
y media de la tarde…
Antonia está en la puerta de la iglesia
del Carmen, esta vez con Mariluz, nombre que le dieron a la cuarta hija del
feliz matrimonio. Antoñita está al llegar, pero no lo hará sola, viene con sus
dos hijos, Rocío y Daniel, y este año por primera vez con su primer nieto, Andrés, como no...
Ya ninguno vive en el Perchel,
pero todos sienten que están en su barrio, se vuelven a cruzar con antiguos
vecinos y amigos de calle Ancha o Peregrino, y por unos instantes, es como si se
volviera al pasado.
Muchos son los recuerdos que
pasan por las mentes de los allí presentes. Es un momento en el que todos hacen
un repaso a lo ocurrido en éste último año, sentimientos enfrentados, alegría
por volver y tristeza por los que ya no están...
Perchel, los Jueves Santo, te haces eterno...